Élisabeth Jacquet de La Guerre es sin duda una de las figuras más entrañables y singulares de un Gran Siglo donde el lugar reservado para las mujeres en el campo musical, por brillante que haya sido, se limitó generalmente al papel de intérprete. Una clavicordista virtuosa, que fue la primera en seguir una carrera como compositora, dejando un número limitado pero de alta calidad de obras, una parte de la cual se conoce hoy en día.
Compartimos para hoy, dos extractos del concierto grabado en el marco de las Jornadas Europeas del Patrimonio en la Maison de Radio de France, enlaces con partituras de sus obras y piezas que ejemplifican su aplicación en estudio:
Élisabeth Jacquet de la Guerre (París, 1665 – 1729) también nació en un entorno musical que propició su florecimiento, aunque el apelativo de niña prodigio que la acompañó toda su vida empañó su extraordinario talento como intérprete y compositora. El mundo musical en ese entonces estaba controlado por Jean-Baptiste Lully, un florentino que importó la ópera italiana a la corte francesa, contexto donde sus obras se adentran en las primeras incursiones de De la Guerre en el campo de la composición (‘Les pièces de clavecin: Livre I’).
Entre sus primeras obras, destaca la creación de ‘Jeux à l’honneur de la victoire’, una ópera-ballet compuesta para el Rey Sol entre 1691 y 1692 que debería situarse como la primera ópera de la historia y, Céphale et Procris con libreto de Joseph-François Duché de Vancy, que fue estrenada en la Ópera de París el 17 de marzo de 1694. Fue la primera ópera compuesta por una mujer en Francia y que en ese mismo año apareció publicada aunque el título se vio empañado por la falta de éxito. Un ‘fracaso’ que la llevó a mezclar las tradiciones francesas con las innovaciones italianas en el campo de la sonata (ningún otro compositor francés lo había hecho antes). Sus creaciones (‘Pièces de clavecin qui peuvent se jouer sur le violon’) fueron catalogadas de “explosivas” y en contra de los gustos franceses. Unas sonatas que hoy son consideradas “obras maestras del género”. También lo son sus cantatas, mejores incluso que las sonatas, la última de las cuales salió a la luz en el 2008.
El éxito de la artista no fue completo. En 1704 perdió a su marido y a su único hijo. Ella dejó de tocar. Pasó un poco de tiempo hasta que Élizabeth volvió a arrancar notas de su clavecín, mas cuando lo hizo comenzó a indagar sobre nuevas formas compositivas, y en 1715 vio la luz la que fue considerada su gran obra: Cantates françoises. En la actualidad, se conserva un buen número de sus creaciones, aunque son muchas más las que se perdieron. Élisabeth Jacquet de la Guerre falleció en la calle des Prouvaires, en la parroquia de Saint-Eustache, el 27 de junio de 1729.